martes, 26 de abril de 2016

Actividad 2: "El hombre de la piel de oso" (Modificado)


AUTORES.

Los Hermanos Grimm es el nombre usado para referirse a los escritores Jacob Grimm y Wilhelm Grimm. Fueron dos hermanos alemanes célebres por sus cuentos para niños y también por su "Diccionario Aleman", las "Leyendas Alemanas", la " Gramatica Alemana" , la "Mitología Alemana" y "Los cuentos de la Infancia y del hogar" (1812-1815), lo que les ha valido ser reconocidos como fundadores de la filología alemana. La ley de Grimm(1822) recibe su nombre de Jacob Grimm.




ADAPTACIÓN.


Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo al norte de España, había una familia muy pobre, que tenía tres hijos. Los dos hijos mayores malvivían del negocio familiar pero para el pequeño de los tres no había trabajo; por lo que el joven decidió buscarse la vida e ingresó como soldado en el ejército de Flandes. Durante muchos años luchó contra otros países, vio morir a compañeros suyos y sufrió numerosas heridas de guerra. Años más tarde, cuando la guerra por fin acabó, Leopoldo; así es como se llamaba, volvió a la casa donde había pasado su infancia. Cuando llegó encontró las cosas muy diferentes a como las había dejado. Sus padres habían muerto y sus dos hermanos mayores, habían perdido mucho dinero y seguían malviviendo del poco trabajo que aún quedaba en aquel pueblo. Cuando ambos vieron a su hermano pequeño, le dijeron que allí no podía quedarse, que ya no había sitio para él y mucho menos trabajo. Leopoldo era un joven valiente y heroico, había vivido muchas calamidades y sufrimientos, por lo que, no le costaría una vez más, emprender un nuevo viaje. Pasó la noche en casa de sus hermanos y a la mañana siguiente, en cuanto el sol salió, cogió sus cosas y emprendió el camino. Leopoldo paró en todos y cada uno de los pueblos por los que iba pasando para pedir trabajo, pero en ninguno lo conseguía. Durante varios días caminó y caminó, sobreviviendo gracias a las ayudas de los más amables, que de vez en cuando le daban agua, comida, ropa o incluso le dejaban asearse en sus casas. Pero nada, no encontraba trabajo. Leopoldo no sabía que más hacer, estaba desesperado, cansado y triste; aunque nunca perdía la esperanza; era un joven luchador y, a pesar de todo, sabía que superaría esa situación.


Una mañana, mientras caminaba tal y como hacía todas las mañanas, Leopoldo llegó a un frondoso bosque. Al principio le dio un poco de respeto cruzarlo, ya que aún el sol no había salido del todo; pero finalmente se decidió a adentrarse en él. Después de caminar unas cuantas horas, decidió sentarse a descansar. Leopoldo estaba triste, su vida no era interesante, no tenía trabajo, ni casa ni familia; estaba solo en el mundo. Leopoldo estuvo un buen rato lamentándose pero finalmente, se levantó y retomo el camino. Al cabo de un rato caminando, escuchó una voz detrás de él. Leopoldo se giró rápidamente pero no vio a nadie. Siguió caminando, y unos pasos más hacia delante, volvió a escuchar la misma voz; esta vez Leopoldo la ignoró y continuo andando. Pero de repente un ser diminuto y brillante se dispuso ante él. Leopoldo sorprendido no podía dejar de mirar a aquel pequeño ser. Era un hombrecillo, con cara simpática, con dos alas blancas pequeñitas, con unas botas que le llegaban hasta sus diminutas rodillas, con un abrigo verde y con una bolsa colgada al cuello. Aquel hombrecillo revoloteaba enfrente de Leopoldo, sin decir palabra alguna y con una sonrisa de oreja a oreja. Pasaron unos cuantos minutos y cuando Leopoldo recuperó la compostura, pregunto a aquel hombrecillo que quien era y porque le seguía. Aquel diminuto hombrecillo, se presentó como Trebolín, y explicó a Leopoldo que era su “hombrecillo de la suerte”; todas las personas que actuaban bien en el mundo y que eran consideras buenas personas tenía uno, por si en algún momento de sus vidas, necesitaban ayuda. Trebolín estuvo meses observando a Leopoldo, viendo como buscaba desesperadamente trabajo y cómo iba de ciudad en ciudad buscando una nueva vida; por lo que decidió ayudarle. Pero aquella ayuda no iba a ser tan fácil de conseguirla. A Trebolín no le gustaba regalar las cosas ni utilizar su magia sin un sentido, por lo que Leopoldo debía de ganarse aquello que Trebolín quería ofrecerle. 

Leopoldo pregunto a Trebolín que cual sería aquel negocio que debían hacer. Trebolín le dijo, si superas la prueba que te voy a poner serás rico y dueño de tu vida, en cambio si pierdes, te convertirás en el sirviente del rey de los hombrecillos de la suerte, por lo que tu vida pasará a manos de otra persona. Leopoldo no quería hacer ningún negocio con aquel hombrecillo, prefería seguir buscándose la vida; pero el hombrecillo empezó a picarle:

- Yo he odio por ahí que eres valiente y audaz, por lo que seguro que ganaras la prueba.

Leopoldo ante esto respondía enfadado:

-Claro que soy valiente y luchador. De repente, detrás de unos matorrales un oso enorme salto y se abalanzó sobre Leopoldo, pero este sacó la escopeta que siempre llevaba encima y mató a aquel oso. “Ves cómo eres valiente, seguro que no te será difícil ganar la prueba que tengo para ti”, dijo Trebolín.

Finalmente Leopoldo escuchó a Trebolín, total no tenía nada mejor que hacer. Trebolín le dijo:

-Tendrás todas las riquezas que quieras, pero para ello deberás estar siete años, llevando la piel del oso que has matado, mis ropajes mágicos verdes; de los cuales sacarás siempre que quieras riquezas, no podrás cortarte el pelo, ni las uñas ni podrás ducharte y además no podrás dormir dos días seguidos en un mismo sitio en esos siete años. Cuando hayan pasado siete años, nos reencontraremos en este mismo bosque y si has cumplido todo, me marcharé y dejaré que vivas tú vida siendo un hombre rico; en cambio sí incumples alguna de estas condiciones, deberás servir el resto de tu vida al rey de los “hombrecillos de la suerte”.


Trebolín picó a Leopoldo durante un buen rato, pero finalmente Leopoldo cedió; ye inmediatamente Trebolín se esfumó como el humo. De repente Leopoldo, metió sus manos en el bolsillo y ¡BAMMM!, millones de monedas salían de allí. Antes de empezar a buscarse la vida, Leopoldo, guardó parte del dinero en el banco y dentro de siete años volvería a por él para poder sobrevivir muchos años más. Leopoldo era un hombre humilde, sereno pero sobretodo generoso. Decidió ir dando dinero a aquellos que más lo necesitaban. Durante los dos primeros años, Leopoldo llevó medio bien el no asearse ni cuidarse, ya que seguía estando rodeado de gente y se sentía querido por su generosidad; pero a medida que pasaban los años su aspecto iba siendo cada vez más y más desagradable y a la gente ya no le gustaba estar cerca suya. Con el paso del tiempo Leopoldo se iba sintiendo cada vez más y más solo. Por su aspecto nadie quería tener trato con él y además no podía pasar dos noches en un mismo sitio, lo que dificultaba tener contacto con otras personas y crear amistades.


Una noche, seis años después de hacer aquel pacto con el “hombrecillo de la suerte”, Leopoldo caminaba por un camino de arena en busca de un sitio en el que dormir, cuando de repente se encontró con un hombre muy disgustado. Aquel hombre había sufrido un accidente, su carro de caballos había perdido una rueda y tanto el cómo el caballo estaban heridos. Leopoldo sin pensárselo dos veces acompañó al hombre y a su caballo hasta la casa de este, y allí le dejó un puñado de dinero con el que podría curar al caballo, comprarse un nuevo carro y arreglar su casa, la cual se veía muy desmejorada. El hombre exhausto de emoción invitó a Leopoldo a pasar la noche. A lo que Leopoldo respondió:


-Gracias por la invitación buen hombre, es cierto que buscaba un sitio donde pasar la noche, por lo tanto dormiré y a la mañana siguiente bien temprano seguiré mi camino.


Aquel hombre tenía como familia a sus tres hijas, las dos mayores Catalina y Griselda y la pequeña Monet. La joven Monet era la más bella, pero además la más simpática de las hermana. Bien es cierto, que las dos hermanas mayores no querían tener ningún trato con Leopoldo, debido al aspecto que este presentaba. Pero con Monet todo fue distinto; conectaron y algo especial se creó entre ellos dos. El padre y las hermanas mayores se fueron a dormir a medida que entraba la noche, pero Monet y Leopoldo no se dieron ni cuenta, pues estaban inmersos en una interesantísima conversación. Ella escuchaba todas las hazañas que él, emocionado le contaba. Hacía mucho tiempo que Leopoldo no tenía una relación tan cercana con nadie, y Monet estaba deseando vivir aventuras y conocer mundo. Nunca se cansaba de escucharle. Cuando los primeros rayos de sol entraron por la ventana, ahí seguían Monet y Leopoldo, cada vez más juntos, cada vez más a gusto y con menos ganas de tener que separarse. Leopoldo le contó todo la su historia con el “hombrecillo verde”, lo de los siete años y lo de las riquezas. Leopoldo se había enamorado, nunca antes había conocido una chica así, amable, dulce, humilde, bella y agradable. Sabía que ella sería el amor de su vida y no podría dejarla escapar.


-Dentro de un año habré acabado esta prueba y seré libre, por lo que volveré a tener mi aspecto normal, ya sabes que no puedo quedarme más de dos días en un mismo sitio, por lo que dolorosamente debo seguir mi camino y separarme de ti. No sé si sentirás lo mismo que siento yo, pero solo sé que quiero pasar el resto de mi vida contigo. El año que viene volveré y tú decidirás si quieres casarte conmigo y que formemos una vida juntos y para que sepas que soy yo el que viene a por ti, te dejo la mitad de mi moneda de la suerte, la que me acompañó en todas y cada una de las batalla en las que luché-dijo Leopoldo a Monet con lágrimas en los ojos.


Monet, no podía parar de llorar porque ella sentía lo mismo, pero el miedo se apoderaba de ella no quería separarse de él y además temía por su vida durante este año. Pero Monet y Leopoldo tenían algo en común y es que eran dos jóvenes valientes, luchadores y que lo último que perdían era la esperanza; por lo que Monet le dijo:


-Nunca he querido tan fuerte a nadie. Sé que eres tú, me he enamorado y no te quiero perder. Te esperaré un año y el tiempo que haga falta.


Ambos se fundieron en un precioso abrazo y Leopoldo se marchó. Continuó su camino, ya solo le quedaba un año pero fue el año más largo de toda su vida. Saber que volvería a ver a Monet era lo que le mantenía vivo.

Finalmente llegó el día, siete años habían pasado desde el pacto con aquel pequeño hombrecillo. Leopoldo una vez más se encontraba en aquel bosque frondoso y oscuro, cuando de repente, por arte de magia y haciendo muy poco ruido, el “hombrecillo de la suerte” apareció, con la misma sonrisa que hace siete años, y le dijo a Leopoldo.

-Ves, lo has logrado, has sobrevivido estos siete años, has sido valiente, generoso, humilde, has ayudado a los demás sin esperar nada a cambio, y además has conocido al amor de tu vida sin buscarlo. Leopoldo has sido durante siete años el hombre más rico del mundo, y has podido comprobar en primera persona que el dinero no da la felicidad y que a gente no te quiere por ser rico, sino por ser buena persona. Tú solo has sido capaz de mejorar tu calidad de vida. Enhorabuena. Has ganado esta prueba, por tanto es el momento de que me devuelvas mis ropajes mágicos, y de que yo te devuelva el aspecto de hace siete años.


Leopoldo recuperó su atractivo, sus ropas y lo poco que llevaba aquel día. Dio las gracias a aquel “hombrecillo de la suerte” y rápidamente fue en busca de su amada.


Dos días más tarde, llegó a la casa donde vivía Monet. Leopoldo aseado, elegante y en un precioso carruaje, llamó a la puerta y una hermosa joven, con cabellos oscuros, ojos claros y labios rojos; abrió tímidamente la puerta; Leopoldo estiro la mano cerrada, cogió la mano de Monet y soltó sobre ella la mitad de su moneda. Monet le miró sorprendida, y con lágrimas en los ojos sacó de su bolsillo la otra mitad de la moneda y añadió:


-Ha sido el año más largo de mi vida, pero el más bonito a la vez porque sabía que tarde o temprano tú, lo que más deseaba en el mundo, llamaría a mi puerta. 






JUSTIFICACIÓN.

La adaptación que he llevado a cabo del cuento folclórico de “El hombre de la piel de oso”, de los hermanos Grimm, ha sido muy variada. En primer lugar he querido omitir dos ideas, que desde mi punto de vista, no son necesasarias tratar en el primer ciclo de infantil; la religión y el suicidio. La religión porque es una materia que muchos padres no están de acuerdo en que sus hijos la impartan y por eso debemos dejarla para la asignatura de religión; y por otro lado el suicidio, porque creo que es un tema que no es apropiado tratar en estas edades, pues no entenderían a fondo de que se trata; si la muerte ya es un tema complejo para ellos, imaginémonos el suicidio. 


La edad que yo creo que sería la más adecuada, pues serían los receptores que más disfrutaría de esta historia, serían los niños comprendidos entre los 5 y los 6 años. A partir de los 5 o los 6 años de edad, los niños, que ya han pasado por el periodo animista (conocer el mundo que les rodean), entrar a un nuevo periodo o “fase”, en la que su interés se centra más en el mundo de la fantasía, en la existencia de personajes que ellos no pueden ver en su día a día y en donde, dichos personajes tienen poderes. En esta fase, lo que desarrollar principalmente es la capacidad de abstracción y la imaginación; ser capaces de imaginarse todo cuanto la maestra relata, requiere un alto grado de desarrollo. Es cierto que en edades previas, ya se les introduce al desarrollo de la imaginación y de la capacidad de abstracción para que a medida que se les van presentando temas más complejos, sean capaces de hacerles frente.


Y por último, explicar, aquellas ideas en las que más he puesto el acento. En mi adaptación, quería dejar claros algunos detalles de los personajes; vestimenta, forma de ser o sentimientos. Creo que es fundamental en un cuento transmitir al niño las emociones que los personajes (principal o los secundarios) tienen en cada momento, porque creo que es fundamental que los niños trabajen las emociones desde bien pequeños, ya que, el desarrollo emocional influye directamente en la evolución intelectual del niño; un desarrollo emocional poco satisfactorio puede incidir en aspectos del desarrollo intelectual como limitaciones en la memoria, dificultades en la percepción y en la atención, y disminución de las asociaciones mentales satisfactorias. Más aún, se afirma que una atrofia emocional en la infancia puede repercutir en una limitación de la capacidad de abstracción. Hay vinculación, entonces, entre neuroplasticidad, afectividad y aprendizaje. En el extremo opuesto, un desarrollo adecuado de las capacidades emocionales genera un aumento de la motivación y la curiosidad y de los deseos de aprender, agudizando la percepción y la intuición. Estos aspectos son necesarios para la vida tanto académica como social que el niño irá teniendo y forjando años posteriores.

Otra de las cosas, que indiscutiblemente he recalcado, ha sido la relación entre Leopoldo y Monet, y el amor que entre ellos surge. Los niños no han interiorizado ese tipo de amor en estas edades, pero si el amor a su adultos referentes o a sus familiares más cercanos. Este tema tendría relación con lo explicado anteriormente, sobre las relaciones.

El final dulce, agradable y “cálido”, crea un ambiente de bienestar que influye directamente sobre el niño y sobre su interiorización del cuento. 






WEBGRAFÍA.


http://www.csi-csif.es/andalucia/modules/mod_ense/revista/pdf/Numero_17/ANTONIO_BLAZQUEZ_ORTIGOSA_1.pdf

http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316-49102008000400002


http://www.educativo.utalca.cl/medios/educativo/profesores/basica/emociones.pdf


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