martes, 12 de abril de 2016

Actividad 2: "El hombre de la piel de oso"

1. Adaptación del texto folclórico "El hombre de la piel de oso"

Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo al norte de España, había una familia muy pobre, que tenía tres hijos. Los dos hijos mayores malvivían del negocio familiar pero para el pequeño de los tres no había trabajo; por lo que el joven decidió buscarse la vida e ingresó como soldado en el ejército de Flandes. Durante muchos años luchó contra otros países, vio morir a compañeros suyos y sufrió numerosas heridas de guerra. Años más tarde, cuando la guerra por fin acabó, Leopoldo; así es como se llamaba, volvió a la casa donde había pasado su infancia. Cuando llegó encontró las cosas muy diferentes a como las había dejado. Sus padres habían muerto y sus dos hermanos mayores, habían perdido mucho dinero y seguían malviviendo del poco trabajo que aún quedaba en aquel pueblo. Cuando ambos vieron a su hermano pequeño, le dijeron que allí no podía quedarse, que ya no había sitio para él y mucho menos trabajo. Leopoldo era un joven valiente y heroico, había vivido muchas calamidades y sufrimientos, por lo que, no le costaría una vez más, emprender un nuevo viaje. Pasó la noche en casa de sus hermanos y a la mañana siguiente, en cuanto el sol salió, cogió sus cosas y emprendió el camino. Leopoldo paró en todos y cada uno de los pueblos por los que iba pasando, para pedir trabajo, pero en ningún pueblo lo conseguía. Varios días fue de pueblo en pueblo, sobreviviendo gracias a las ayudas de los más amables, que de vez en cuando le daban agua, comida, ropa o incluso le dejaban asearse en sus casas. Pero nada, no encontraba trabajo. Leopoldo no sabía que más hacer, estaba desesperado, casado y triste; aunque nunca perdía la esperanza; era un joven luchador y, a pesar de todo, sabía que superaría esa situación.

Una mañana, mientras caminaba tal y como hacía todas las mañanas, Leopoldo llegó a un frondoso bosque. Al principio le dio un poco de respeto cruzarlo, ya que aún el sol no había salido del todo; pero finalmente se decidió a adentrarse en él. Después de caminar unas cuantas horas, decidió sentarse a descansar. Leopoldo estaba triste, su vida no era interesante, no tenía trabajo, ni casa ni familia; estaba solo en el mundo. Leopoldo estuvo un buen rato lamentándose pero finalmente, se levantó y retomo el camino. Al cabo de un rato caminando, escuchó una voz detrás de él. Leopoldo se giró rápidamente pero no vio a nadie. Siguió caminando, y unos pasos más hacia delante, volvió a escuchar la misma voz; esta vez Leopoldo la ignoró y continuo andando. Pero de repente un ser diminuto y brillante se dispuso ante él. Leopoldo sorprendido no podía dejar de mirar a aquel pequeño ser. Era un hombrecillo, con cara simpática, con dos alas blancas pequeñitas, con unas botas que le llegaban hasta sus diminutas rodillas, con un abrigo verde y con una bolsa colgada al cuello. Aquel hombrecillo revoloteaba enfrente de Leopoldo, sin decir palabra alguna y con una sonrisa de oreja a oreja. Pasaron unos cuantos minutos y cuando Leopoldo recuperó la compostura, pregunto a aquel hombrecillo que quien era y porque le seguía. Aquel diminuto hombrecillo, se presentó como Trebolín, y explicó a Leopoldo que era su “hombrecillo de la suerte”; todas las personas que actuaban bien en el mundo y que eran consideras buenas personas tenía uno, por si en algún momento de sus vidas, necesitaban ayuda. Trebolín estuvo meses observando a Leopoldo, viendo como buscaba desesperadamente trabajo y cómo iba de ciudad en ciudad buscando una nueva vida; por lo que decidió ayudarle. Pero aquella ayuda no iba a ser tan fácil de conseguirla. A Trebolín no le gustaba regalar las cosas ni utilizar su magia sin un sentido, por lo que Leopoldo debía de ganarse aquello que Trebolín quería ofrecerle.

Leopoldo pregunto a Trebolín que cual sería aquel negocio que debían hacer. Trebolín le dijo, si superas la prueba que te voy a poner serás rico y dueño de tu vida, en cambio si pierdes, te convertirás en el sirviente del rey de los hombrecillos de la suerte, por lo que tu vida pasará a manos de otra persona. Leopoldo no quería hacer ningún negocio con aquel hombrecillo, prefería seguir buscándose la vida; pero el hombrecillo empezó a picarle:

   - Yo he odio por ahí que eres valiente y audaz, por lo que seguro que ganaras la prueba.
Leopoldo ante esto respondía enfadado:

   -Claro que soy valiente y luchador, he sobrevivido a cientos de guerras y luchado con los ejercitos más temidos.

De repente, detrás de unos matorrales un oso enorme salto y se abalanzó sobre Leopoldo, pero este sacó la escopeta que siempre llevaba encima y mató a aquel oso. “Ves cómo eres valiente, seguro que no te será difícil ganar la prueba que tengo para ti”, dijo Trebolín.
Finalmente Leopoldo escuchó a Trebolín, total no tenía nada mejor que hacer. Trebolín le dijo:

   -Tendrás todas las riquezas que quieras, pero para ello deberás estar siete años, llevando la piel del oso que has matado, mis ropajes mágicos verdes; de los cuales sacarás siempre que quieras riquezas, no podrás cortarte el pelo, ni las uñas ni podrás ducharte y además no podrás dormir dos días seguidos en un mismo sitio en esos siete años. Cuando hayan pasado siete años, nos reencontraremos en este mismo bosque y si has cumplido todo, me marcharé y dejaré que vivas tú vida siendo un hombre rico; en cambio sí incumples alguna de estas condiciones, deberás servir el resto de tu vida al rey de los “hombrecillos de la suerte”.

Trebolín picó a Leopoldo durante un buen rato, pero finalmente Leopoldo cedió; y ese momento Trebolín se esfumó como el humo y en ese momento Leopoldo sacó muchas monedas de sus bolsillos. Desde ese momento lo primero que hizo fue guardar parte del dinero en el banco y dentro de siete años volvería a por él para poder sobrevivir muchos años más. Leopoldo era un hombre humilde, sereno pero sobretodo generoso. Decidió ir dando dinero a aquellos que más lo necesitaban. Durante los dos primeros años, Leopoldo llevó medio bien el no asearse ni cuidarse, ya que seguía estando rodeado de gente y se sentía querido por su generosidad; pero a medida que pasaban los años su aspecto iba siendo cada vez más y más desagradable y a la gente ya no le gustaba estar cerca suya. Con el paso del tiempo Leopoldo se iba sintiendo cada vez más y más solo. Por su aspecto nadie quería tener trato con él y además no podía pasar dos noches en un mismo sitio, lo que dificultaba tener contacto con otras personas y crear amistades.

Una noche, seis años después de hacer aquel pacto con el “hombrecillo de la suerte”, Leopoldo caminaba por un camino de arena en busca de un sitio en el que dormir, cuando de repente se encontró con un hombre muy disgustado. Aquel hombre había sufrido un accidente, su carro de caballos había perdido una rueda y tanto el cómo el caballo estaban heridos. Leopoldo sin pensárselo dos veces acompañó al hombre y a su caballo hasta la casa de este, y allí le dejó un puñado de dinero con el que podría curar al caballo, comprarse un nuevo carro y arreglar su casa, la cual se veía muy desmejorada. El hombre exhausto de emoción invitó a Leopoldo a pasar la noche. A lo que Leopoldo respondió:

   -Gracias por la invitación buen hombre, es cierto que buscaba un sitio donde pasar la noche, por lo tarto dormiré y a la mañana siguiente bien temprano seguiré mi camino.
Aquel hombre tenía como familia a sus tres hijas, las dos mayores Catalina y Griselda y la pequeña Monet. La joven Monet era la más bella, pero además la más simpática de las hermana. Bien es cierto, que las dos hermanas mayores no querían tener ningún trato con Leopoldo, debido al aspecto que este presentaba. Pero con Monet todo fue distinto; conectaron y algo especial se creó entre ellos dos. El padre y las hermanas mayores se fueron a dormir a medida que entraba la noche, pero Monet y Leopoldo no se dieron ni cuenta, pues estaban inmersos en una interesantísima conversación. Ella escuchaba todas las hazañas que él, emocionado le contaba. Hacía mucho tiempo que Leopoldo no tenía una relación tan cercana con nadie, y Monet estaba deseando vivir aventuras y conocer mundo. Nunca se cansaba de escucharle. Cuando los primeros rayos de sol entraron por la ventana, ahí seguían Monet y Leopoldo, cada vez más juntos, cada vez más a gusto y con menos ganas de tener que separarse. Leopoldo le contó todo la su historia con el “hombrecillo verde”, lo de los siete años y lo de las riquezas. Leopoldo se había enamorado, nunca antes había conocido una chica así, amable, dulce, humilde, bella y agradable. Sabía que ella sería el amor de su vida y  no podría dejarla escapar, por lo que la declaró su amor:

   -Dentro de un año habré acabado esta prueba y seré libre, por lo que volveré a tener mi aspecto normal, ya sabes que no puedo quedarme más de dos días en un mismo sitio, por lo que dolorosamente debo seguir mi camino y separarme de ti. No sé si sentirás lo mismo que siento yo, pero solo sé que quiero pasar el resto de mi vida contigo. El año que viene volveré y tú decidirás si quieres casarte conmigo y que formemos una vida juntos y para que sepas que soy yo el que viene a por ti, te dejo la mitad de mi moneda de la suerte, la que me acompañó en todas y cada una de las batalla en las que luché.

Monet, no podía parar de llorar porque ella sentía lo mismo, pero el miedo se apoderaba de ella no quería separarse de él y además temía por su vida durante este año. Pero Monet y Leopoldo tenían algo en común y es que eran dos jóvenes valientes, luchadores y que lo último que perdían era la esperanza; por lo que Monet le dijo:

   -Nunca he querido tan fuerte a nadie. Sé que eres tú, me he enamorado y no te quiero perder. Te esperaré un año y el tiempo que haga falta.

Ambos se fundieron en un precioso abrazo y Leopoldo se marchó. Continuó su camino, ya solo le quedaba un año pero fue el año más largo de toda su vida. Saber que volvería a ver a Monet era lo que le mantenía vivo.

Finalmente llegó el día, siete años había pasado desde aquel pacto con aquel pequeño hombrecillo, y allí estaba nuevamente, en aquel frondoso bosque; cuando de repente allí estaba, su “hombrecillo de la suerte”, con la misma sonrisa que hace siete años, y le dijo a Leopoldo:

   -Ves, lo has logrado, has sobrevivido estos siete años, has sido valiente, generoso, humilde, has ayudado a los demás sin esperar nada a cambio, y además has conocido al amor de tu vida sin buscarlo. Leopoldo has sido durante siete años el hombre más rico del mundo, y has podido comprobar en primera persona que el dinero no da la felicidad y que a gente no te quiere por ser rico, sino por ser buena persona. Tú solo has sido capaz de mejorar tu calidad de vida. Enhorabuena. Has ganado esta prueba, por tanto es el momento de que me devuelvas mis ropajes mágicos, y de que yo te devuelva el aspecto de hace siete años.

Leopoldo recuperó su atractivo, sus ropas y lo poco que llevaba aquel día. Dio las gracias a aquel “hombrecillo de la suerte” y rápidamente fue en busca de su amada. Dos días más tarde, llegó a la casa donde vivía Monet. Leopoldo aseado, elegante y en un precioso carruaje, llamó a la puerta y una hermosa joven abrió tímidamente la puerta; Leopoldo estiro la mano cerrada, cogió la mano de Monet y soltó sobre ella la mitad de su moneda. Monet le miró sorprendida, y con lágrimas en los ojos sacó de su bolsillo la otra mitad de la moneda y añadió:


   -Ha sido el año más largo de mi vida, pero el más bonito a la vez porque sabía que tarde o temprano tú, lo que más deseaba en el mundo, llamaría a mi puerta. 

7 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Hola Claudia! Lo primero felicitarte por tu adaptación, pues el que le hayas dado tanto romanticismo a la historia de los jóvenes hace más especial tu cuento.
    Por otro lado me gustaría comentarte que hay un fragmento donde dices que el joven está "casado y triste", me imagino que querrás decir cansado, pues sino no tiene mucho sentido el romanticismo de después. Por último en la parte en la que nos cuentas que Trebolín incita a Leopoldo para que haga el trato, en las dos primeras frases, repites mucho la fórmula "en ese momento", si lo cambias mejoraría mucho más la narrativa de la historia.
    Y para acabar recordarte que no sólo consiste en hacer la adaptación de la historia, sino que también hay que justificar por qué has hecho esos cambios, en qué te has basado y a qué público va dirigido el cuento.
    Un saludo y felicidades por tu adaptación.

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  3. Holi Clau,

    Aunque me digas que te gusta más que tú prefieres hacerlo a suertes en lugar de comentar a una amiga, no me podía perder tu adaptación… Y sí, como esperaba, a los personajes solo les falta cagar flores para que todo sea perfectamente romántico JAJAJAJA (es brooooooooomis).

    Me dispongo a comentar algunos aspectos para que te quede perfectísimo…

    Soy pesada con las faltas de ortografía, aunque creo que es por el tipo de letra que no se distinguen bien cuando están sobre la i, así que supongo que estarán todas… De todas formas, te falta alguna como en “retomó” y en “cómo” en el segundo párrafo; en “preguntó”, en “cuál” en el tercero; “ganarás” en el cuarto; “saltó” en el sexto.

    En cuanto a los signos de puntuación, te recomendaría que cambiases esta frase: “…cuando la guerra por fin acabó, Leopoldo; así es como se llamaba, volvió a la casa…”. Yo la escribiría poniendo entre paréntesis “así es como se llamaba” y eliminando ese punto y coma. Algunas oraciones me parecen demasiado extensas, yo las revisaría y añadiría algún punto más.


    Cuidado también con la repetición de palabras en una misma oración: “Leopoldo paró en todos y cada uno de los pueblos por los que iba pasando, para pedir trabajo, pero en ningún pueblo lo conseguía. Varios días fue de pueblo en pueblo, sobreviviendo…”. O en esta, por ejemplo, que creo que te has confundido: “…y ese momento Trebolín se esfumó como el humo y en ese momento Leopoldo sacó muchas monedas de sus bolsillos. Desde ese momento lo primero...”. Al igual que en esta otra: “…y allí estaba nuevamente, en aquel frondoso bosque; cuando de repente allí estaba,…”.

    A pesar de estos puntos, tengo que decir que ME ENCANTA tu adaptación. Más que la mía, sinceramente. Me ha tenido enganchada hasta el final, a pesar de saber lo que iba a ocurrir.

    Un punto que mejoraría es el final, pues en el cuento folclórico que Irune nos contó, finalmente ganaba más el diablo pues se llevaba el alma de las dos hermanas. Sin embargo, en este caso el “hombrecillo de la suerte” no gana nada…

    Por último, creo que deberías añadir la justificación de tu adaptación, que supongo que habrás olvidado.

    Espero serte de ayuda, amiga. Y en serio, me ha encantado.

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    1. Otro excelente comentario para Claudia :)

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    2. Muchas gracias amiga por tu precioso comentario.
      Sabes de sobra la ilusión que me ha hecho y lo mucho que lo tendré en cuenta a la hora de modificar la entrada.

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  4. Preciosísima la adaptación. Se nota que te la imaginas completamente y consigues que la imaginemos los demás :)
    Pero para que la entrada responda a lo que se pide y sea perfecta, tienes que justificar las modificaciones que has hecho y anotar la edad de los receptores. Sigue la guía de trabajo y no olvides incluir la bibliografía que uses para las anotaciones psicopedagógicas.

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